Este artículo está contenido en la serie ’15+15: Miradas sobre la gestión psicosocial’ realizada por el Consejo Asesor Técnico Internacional con motivo del 15 aniversario de Affor Health. Puedes encontrar el documento íntegro en este link.
En los últimos quince años, la gestión de los riesgos psicosociales en el entorno laboral ha dejado de ser un tema emergente para convertirse en un componente esencial del bienestar organizacional. Este cambio ha sido impulsado por un mayor conocimiento científico sobre salud mental en el trabajo, así como por una presión normativa y social creciente. A nivel europeo, se han desarrollado diversas estrategias, leyes y campañas —como las impulsadas por la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (EU-OSHA)— que han contribuido a visibilizar los riesgos psicosociales. No obstante, su implementación en las pequeñas y medianas empresas (PYMEs) ha sido lenta y desigual.
El marco estratégico europeo de seguridad y salud en el trabajo (2014–2020), seguido del plan 2021–2027, reconoció por primera vez la salud mental como una prioridad. Sin embargo, según datos del estudio ESENER 2019, solo un 30 % de las PYMEs en Europa afirma contar con medidas para prevenir riesgos psicosociales. Entre los principales obstáculos están la falta de recursos económicos (52 %), la carencia de conocimientos técnicos (46 %) y la dificultad para priorizar estos temas frente a otros retos empresariales (41 %).
Uno de los problemas de fondo es la escasez de herramientas prácticas adaptadas a la realidad de las pequeñas empresas. Además, persiste una percepción que minimiza los riesgos emocionales frente a los físicos o técnicos. A pesar de ello, ha crecido el reconocimiento de que el bienestar psicosocial es clave para el rendimiento sostenible y la resiliencia de las organizaciones.
La pandemia de COVID-19 aceleró esta conciencia. Las condiciones excepcionales generadas por la crisis sanitaria obligaron a muchas PYMEs a introducir medidas básicas de apoyo emocional, conciliación y contención psicológica, incluso sin experiencia previa. Esto demostró que la salud mental no puede seguir tratándose como un tema secundario, sino que debe integrarse en la gestión empresarial como un pilar estratégico.
Hoy en día, los riesgos psicosociales están influenciados por profundas transformaciones estructurales de tipo demográfico, tecnológico, social y ambiental, que reconfiguran la experiencia laboral y los desafíos para las empresas.
Uno de los factores más relevantes es el envejecimiento poblacional. Se estima que, para 2030, más del 30 % de la fuerza laboral europea superará los 55 años, lo que plantea retos como el edadismo, la exclusión de trabajadores mayores y la subvaloración de su experiencia. Las PYMEs deben abordar estas cuestiones mediante políticas inclusivas y valorativas de la diversidad etaria.
Otro gran cambio es la digitalización y la expansión del trabajo remoto. Aunque estas transformaciones han incrementado la eficiencia, también han generado nuevos riesgos: estrés tecnológico, sobre conexión, aislamiento y una difusa separación entre vida laboral y personal. En el caso de las PYMEs, que muchas veces no cuentan con estructuras digitales sólidas, estos riesgos son especialmente problemáticos.
La diversificación del empleo, especialmente con el auge de trabajos por cuenta propia, temporales o en plataformas digitales, ha fragmentado las relaciones laborales y debilitado muchas protecciones psicosociales tradicionales. Esta precarización afecta tanto a la estabilidad emocional como a la seguridad laboral de los trabajadores.
El cambio climático, además de sus impactos físicos, también tiene implicaciones psicosociales. La ansiedad ante la crisis ambiental y las transformaciones rápidas en sectores como agricultura, turismo y construcción afectan directamente el bienestar mental de los trabajadores que dependen de estos sectores.
Persisten además brechas sectoriales y territoriales que condicionan el acceso de las PYMEs a servicios de salud psicosocial, formación especializada y acompañamiento. Las desigualdades estructurales entre zonas rurales y urbanas, o entre distintos sectores económicos, limitan la equidad en la implementación de estrategias de salud mental.
El crecimiento del uso de tecnologías de inteligencia artificial y vigilancia algorítmica introduce nuevas fuentes de estrés. La supervisión constante, la opacidad en los criterios de evaluación y la pérdida de autonomía generan tensiones que afectan negativamente el bienestar emocional de los trabajadores.
Además, la sucesión de crisis —sanitaria, energética, geopolítica y climática— ha puesto a prueba la resiliencia emocional de las personas. Fortalecer la capacidad colectiva para afrontar estos desafíos será clave para mantener el tejido productivo sin comprometer la salud mental.
En este contexto, se hace imprescindible abordar la salud mental desde una perspectiva inclusiva, que tenga en cuenta la diversidad, la interseccionalidad y la equidad psicosocial. Factores como género, edad, etnia, orientación sexual y discapacidad influyen significativamente en la experiencia laboral y, por ende, deben ser considerados en las estrategias preventivas.
Los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza), cada vez más relevantes en la evaluación de sostenibilidad empresarial, ofrecen una oportunidad para consolidar la salud mental como un indicador clave de responsabilidad corporativa.
De cara al futuro, especialmente hacia 2040, se espera un entorno regulatorio más exigente en materia de salud psicosocial, acompañado de un impulso mayor hacia la cooperación público-privada. Será necesario fomentar redes de apoyo, adaptar las intervenciones al contexto de las PYMEs y promover una cultura organizacional centrada en el bienestar de las personas.
En conclusión, mejorar la gestión de riesgos psicosociales en las PYMEs europeas exige un enfoque integral, preventivo y participativo. No se trata solo de cumplir normativas, sino de entender el bienestar mental como un factor estratégico para la innovación, la productividad y la cohesión social. Crear entornos laborales más humanos, inclusivos y resilientes no es únicamente un imperativo ético, sino una necesidad para asegurar el futuro del empleo y de una sociedad más justa. La salud mental en el trabajo refleja el tipo de empresas y sociedad que aspiramos a construir.

Mireya Rifá
Presidenta de ENSHPO y Vicepresidenta de AEPSAL.
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