Consejos para mejorar tu autoestima

autoestima

«La autoestima básicamente es un estado mental. Es el sentimiento o concepto valorativo (positivo o negativo) de nuestro ser, la cual se aprende, cambia y la podemos mejorar. Se basa en todos los pensamientos, sentimientos, sensaciones y experiencias que sobre nosotros mismos hemos ido recogiendo, asimilando e interiorizando durante nuestra vida».

«Antonio José de Sucre»

Nos creamos una imagen que muestra la idea que tenemos de nosotros mismos como personas, y el valor que nos damos. De esa imagen dependen muchos éxitos, fracasos, proyectos o desilusiones, ya que si tenemos una autoestima adecuada tendremos un concepto positivo de nosotros mismos, una alta seguridad personal, y una buena salud mental, por lo quenos atreveremos a potenciar nuestras habilidades al creer plenamente en ellas.

Una baja autoestima nos hará creer que no somos capaces de desarrollar nuestras capacidades, ganará el miedo al fracaso, nos sentiremos derrotados y sin fuerzas para intentarlo, por lo que la frustración se hará evidente.

En definitiva, es importante mantener el nivel adecuado ya que nos ayudará en todas las facetas de nuestra vida. Por ejemplo dentro del ámbito laboral, una autoestima positiva nos facilita una mejor percepción de la realidad y la comunicación interpersonal, ayuda a tolerar mejor el estrés, la incertidumbre y vivir los procesos de cambio de una forma correcta. No significa que porque tengamos una autoestima elevada podamos hacerlo todo y esté bien hecho, pero sí que sabremos reconocer nuestras habilidades y limitaciones, tendremos unos objetivos reales a alcanzar. Confiando en nosotros mismos, aumentaremos nuestra capacidad de trabajar en equipo y ayudar a los demás, tendremos más facilidad para ser creativos y tomar decisiones. Todo se reduce realmente a que confiamos en nuestras capacidades.

Por el contrario, en el terreno laboral una baja autoestima repercute, sin lugar a dudas, en la calidad y cantidad de nuestro trabajo debido a que nos sentimos más torpes, menos valientes, menos inteligentes y con menos habilidades, por lo que dudamos de nuestras capacidades.

Todos pasamos por determinados momentos que pueden hacer tambalearnos, pero si nos encontramos fuertes mentalmente, un tropiezo no se convertirá en una caída. Por ello es importante trabajar en nosotros mismos, hacer valoraciones justas de nuestras actuaciones y no basar el valor que tenemos en el juicio de los demás, ya que sólo verán lo que nosotros le mostramos. De ahí el dicho “si no te quieres, nadie te querrá”..

Recomendaciones que os ayudaran a mantener sana vuestra autoestima:

  • Felicítate en tus éxitos, ya que eres capaz de recriminarte cuando no haces algo bien, también debes ser capaz de darte una palmadita en la espalda cuando sí lo haces.
  • No te comparares con los demás, cada persona es un mundo.
  • Márcarte objetivos que se encuentren dentro de tus posibilidades.
  • Haz una valoración de ti mismo, identifica tus puntos fuertes y débiles. Ponte a trabajar en ellos para mejorarlos.
  • Intenta ver el lado bueno de las cosas, es difícil a veces, pero con el tiempo saldrá solo.
  • Acepta las felicitaciones y los cumplidos que te hacen los demás, no tienen porqué decírtelos si no lo creyeran.
  • Todos cometemos errores, cuando suceda…aprende de ellos.

 

Os dejo un cuento que ayuda a reflexionar sobre el tema:

 

El verdadero valor del anillo

Erase una vez un joven que acudió a un sabio en busca de ayuda.

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…». Y, haciendo una pausa, agregó: «Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar».

-E… encantado, maestro -titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien -continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

-Maestro -dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar.

El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:

-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.

-¿Cincuenta y ocho monedas? -exclamó el joven.

-Sí -replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

-Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.

«Jorge Bucay»

¡Haz clic para puntuar esta entrada!
(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *