Vigilancia y prevención, el remedio frente a la epidemia de mala salud mental 

Artículo escrito por María Teresa López, responsable del área de diagnóstico psicosocial de Affor Health para RRHH Digital

La gestión de la salud mental importa cada vez más a las empresas y ha pasado de ser una tendencia a una necesidad, aunque aún queda mucho camino por recorrer, especialmente en un aspecto que actualmente parece el más acuciante: el bienestar psicosocial de los empleados. 

Los datos no dejan lugar a la duda sobre el impacto que tiene la salud mental en las personas y en las empresas. Recientemente, el INSST (Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo) ha publicado un estudio sobre Prevención de Riesgos Laborales en el que se pone de manifiesto la importancia de la salud mental y las medidas necesarias para la prevención y vigilancia de la misma en el entorno laboral. En la misma línea, el ‘Estudio del comportamiento de la incapacidad temporal en 2022’ de Fremap destaca que la duración media de las bajas finalizadas en este grupo de enfermedades alcanzó en el año 2021 los 97,68 días de media con un incremento del 45,62% respecto al año 2015.

El informe del INSST coteja, compara e integra datos de accidentes laborales (con o sin baja) y problemas de salud relacionados con el trabajo, con datos de la seguridad social y con la Encuesta Europea de la Salud, todos ellos atendiendo a la incidencia de trastornos psicosociales. Y sí, concluye que hay una serie de factores de riesgo que inciden en la salud mental de los trabajadores y, por tanto, en su rendimiento laboral.

Mucho trabajo y relación con el público

Uno de los principales factores laborales con efectos negativos sobre la salud mental es la presión de tiempo o sobrecarga de trabajo, seguida del trato difícil con tus públicos habituales, ya sean clientes, alumnos o pacientes. Por otro lado, uno de cada 100 encuestados refiere haber tenido en los últimos 12 meses algún problema de salud mental causado o agravado por el trabajo (estrés, ansiedad o depresión), siendo el porcentaje mayor en mujeres (1,2%).

Si bien la cifra puede parecer pequeña no lo es tanto si tenemos en cuenta que este tipo de trastornos no siempre son identificados ni siquiera por el propio paciente. Aquí, y según los datos de la Seguridad Social, el 73% de los casos de consultas relacionadas con trastornos mentales corresponde a episodios de ansiedad, con especial incidencia en profesiones relacionadas con la sanidad, conductores y personal administrativo de atención al público. 

El perfil más habitual de una persona con riesgo de sufrir un trastorno psicosocial en el entorno laboral es el de una mujer mayor de 50 años, con trabajos relacionados con la sanidad o la asistencia en el hogar, pero no solo son ellas: la enfermedad mental no entiende de géneros ni edades y puede darse en cualquier momento. Esta peor salud mental de las mujeres, que ha sido constatada en numerosas encuestas de salud, se une también a que en las encuestas de opinión, comparativamente, las mujeres tienden a reconocer con mayor facilidad aspectos emocionales.

Vigilar y atacar

Con todo esto, no cabe duda de que es necesaria la creación de unos protocolos de vigilancia de la salud psicosocial en cada industria, incluso al detalle de cada empresa, que permita la detección precoz de este tipo de trastornos. 

El INSST recomienda estar atentos a los eventos centinela de salud ocupacional (enfermedades asociadas a determinado puesto u ocupación que indican que podrían darse más casos similares y que pueden servir como señal de alerta). Identificarlos y detectarlos puede ayudar a los departamentos de recursos humanos a encontrar las causas y evitar preventivamente nuevos casos. 

Para ello, contamos con una Estrategia Española de Seguridad y Salud en el Trabajo (EESST) 2023-27. No es fácil, pero se necesita un protocolo de actuación que es, precisamente, una de las líneas que establece el estudio como línea de actuación de aquí a 2027: Establecimiento de indicadores psicosociales que permitan, por un lado, conocer mejor qué actividades económicas son las más afectadas y, por otro, que faciliten anticipar intervenciones preventivas en caso de situaciones de desvío respecto a los estándares de seguridad y salud en el trabajo.

Pero claro, cada industria, sector, empresa, puesto, e incluso ¡cada persona! somos distintos, y la situación no puede abordarse de la misma forma en todos ellos. Sin embargo, sí que podemos establecer unas líneas de actuación comunes que, pensamos, deberían ser de obligado cumplimiento, para garantizar en la medida de lo posible, un bienestar psicosocial favorable. Así, toda estrategia de prevención debería constar de:

Prevención primaria:

Enfocada a evitar la presencia de riesgos psicosociales o daños en la salud mediante la formación y la sensibilización del trabajador, tanto en salud mental como en factores y riesgos de carácter psicosocial. El objetivo es dotar de herramientas y recursos a los trabajadores.

Prevención secundaria:

Para detectar y tratar la presencia de riesgos psicosociales de forma precoz mediante la evaluación inicial y periódica no solo de los riesgos psicosociales sino también de la salud mental del trabajador. Para ello, es necesario involucrar a los Servicios de Vigilancia de la Salud y establecer protocolos específicos que permitan conocer el estado de la salud mental de los trabajadores. Tanto la Evaluación de riesgos psicosociales cómo la Evaluación de la salud mental se pueden utilizar como prevención primaria para conocer en el punto en el que estamos y la necesidad o no de buscar medidas preventivas. 

Prevención terciaria:

Con el objetivo de limitar el impacto y prevenir complicaciones a largo plazo de un daño producido por la exposición a riesgos de carácter psicosocial, para ello se podrán llevar a cabo programas de intervención y apoyo para trabajadores que hayan sufrido un daño por la exposición.

Depresión, ansiedad, uso abusivo de medicamentos como tranquilizantes o estimulantes… Aunque casi hemos normalizado estas conductas, o precisamente por eso, son un indicador de que la atención a la salud, en este caso mental, de los trabajadores españoles necesita mucha más atención de la que todavía recibe, y los equipos de dirección y de recursos humanos de las empresas son los responsables, así como la normalización en la sociedad de este tipo de trastornos para, en última instancia, poder acabar con ellos.

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