A lo largo de la historia, la humanidad ha enfrentado diversas crisis y catástrofes. Algo que ha impulsado la necesidad de intervenciones especializadas. La Segunda Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en este ámbito; posteriormente, Cannon y Seyle introdujeron distintos enfoques para afrontar el estrés. En 1971, la ONU formalizó el apoyo y la asistencia en situaciones de catástrofes, estableciendo la importancia de implantar sistemas de respuesta alineados con los derechos humanos en la acción humanitaria.
En la actualidad, el Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (ONU, 2015) establece cuatro prioridades estratégicas. Se busca orientar a las instituciones a responder a los desafíos actuales en la gestión de riesgos y recuperación. Este marco fija siete objetivos para 2030. Entre ellos:
- La reducción de la mortalidad y el número de personas afectadas por desastres
- La disminución de pérdidas y daños a infraestructuras críticas y servicios básicos.
Además, se busca fortalecer estrategias locales y nacionales de reducción de riesgos; ampliar la cooperación internacional y mejorar el acceso de la población a sistemas de alerta temprana multirriesgo.
En España, la riada de Biescas en 1996 marcó un hito en la necesidad de coordinación entre protección civil, instituciones públicas y profesionales de la psicología. Todo para brindar apoyo a las personas afectadas.
En estos momentos enfrentamos, de nuevo, una situación catastrófica que ha hecho tambalear a los sistemas de respuesta institucionales. Aún hoy se mantiene la sensación de riesgo, que tanto puede afectar a residentes o personas de apoyo.
¿De qué estamos hablando en lo acontecido tras la afectación de la DANA en Valencia? ¿A qué nos estamos enfrentando?
Un desastre es aquella situación que afecta a una totalidad de la población y puede ser atendido por los sistemas de respuesta. Sin embargo, en esta circunstancia podemos hablar de una catástrofe, ya que en los primeros momentos de la emergencia los sistemas de respuesta institucionales tenían muy difícil el acceso. Además se cortaron o saturaron muchas comunicaciones y los recursos de respuesta, así como las redes de abastecimiento y de accesibilidad a las zonas afectadas se vieron anegadas.
Hoy, aún existen amplias áreas en estado de desorganización, con riesgos y dificultades para satisfacer las necesidades básicas de población residente o que apoya. Cualquier situación de crisis genera desorganización, caos y dificultades para que individuos y comunidades utilicen sus medios habituales de resiliencia. Existen emergencias previsibles, planificadas e inesperadas. Para todas debe haber un sistema de alerta que permita la detección, gestión y respuesta pública. La identificación de necesidades fisiológicas, emocionales y económicas es clave para desarrollar respuestas adaptadas a cada fase de la catástrofe.
A continuación analizamos cómo gestionar resiliencia y dignidad en la respuesta a emergencias y desastres.
¿Por qué son importantes los sistemas de alerta en emergencias?
Antes de un evento potencialmente traumático, es fundamental promover actividades preventivas como evitar que ocurra (prevención), reducir sus efectos (mitigación) y planificar respuestas (preparación). En una emergencia de esta magnitud, improvisar puede aumentar los riesgos colaterales, incluyendo la posibilidad de pánico colectivo.
¿Qué factores influyen en el desarrollo del pánico colectivo?
Depende, entre otros aspectos, de la percepción de coordinación, del nivel de información, de experiencias previas y de la calma con que se afrontan los hechos. Las reacciones sociales estarán determinadas por la forma de comunicar la situación, la percepción de gravedad, el conocimiento del evento, el grado de preparación, las características del entorno, las experiencias previas, las señales visibles del desastre, la presencia de personas y las características individuales de cada persona.
Por lo general, una catástrofe de esta magnitud suele desencadenar una reacción colectiva que impulsa la conducta de masas o dinámicas espontáneas. Estas se dirigen a brindar apoyo y ayuda a los afectados/as. Sin embargo, este movimiento colectivo también puede generar lo que conocemos como el “efecto del espectador”. Es decir, a mayor número de personas ayudando menor probabilidad de que se ayude de forma eficaz. Así se da lugar a la disolución de la responsabilidad individual bajo la colectividad.
La organización formal y las reacciones sociales pueden ser adaptadas a las circunstancias o desadaptadas. Algo, esto último, que dificultará en determinados momentos la gestión de la emergencia. Eso puede generar una revictimización de los afectados o ampliando el impacto del trauma vicario de los intervinientes.
Algunas conductas de riesgo comunes en una colectividad ante situaciones de emergencia incluyen:
- No seguir las indicaciones,
- Retroceder durante una evacuación, demorar la salida, subestimar los riesgos,
- Ignorar prohibiciones o restricciones,
- Carecer de información actualizada
- Asumir que solo las intervenciones voluntarias pueden recuperar la zona
- Creer que la situación está bajo control, difundir información contradictoria o falsa,
- Desviar la atención de las personas afectadas, actuar de manera instintiva o no contar con medios adecuados de autoprotección.
Todas estas conductas pueden reducirse mediante una adecuada información, coordinación y planificación de la respuesta a la emergencia.
Por tanto, es esencial, que en estos primeros momentos todas las acciones se encaminen a instaurar: organización, comunicación e información y coordinación. Las organizaciones pueden ejercer como el mejor ejemplo para poner en marcha estos principios a la hora de facilitar la recuperación de la sensación de continuidad y brindar apoyos especializados a miembros de la comunidad afectada. Ya que cuentan con una estructura definida y coordinada. Disponen de los medios y canales de comunicación que pueden utilizarse como informadores implantados desde todas las direcciones (vertical, horizontal y transversal).
¿Qué requisitos debe cumplir una organización para lanzar mensajes eficaces en estos momentos?
Son esenciales la credibilidad (confianza en las fuentes), la claridad y sencillez del mensaje, la continuidad y coherencia, la adecuación al contexto actualizado, el uso de canales accesibles para todas las personas siguiendo principios de inclusión DE&I, la coordinación con otros agentes y la familiaridad del personal con los canales de comunicación.
Las empresas también cuentan con los procedimientos desarrollados para la recogida de datos y de las necesidades de su plantilla trabajadora, hacerles copartícipes de la detección de esas necesidades puede ejercer de motor esencial en la corresponsabilidad de reconstruir nuevos escenarios adaptados. Disponer los recursos para promover la salud psicosocial de las personas y enlazar con fuentes de apoyo psicosocial es transversal a todo el proceso.
De manera colateral, aunque intensa, las empresas pueden fortalecer la resiliencia comunitaria y actuar como factor de protección en situaciones de crisis, brindando apoyo, recursos y medios especializados a las personas afectadas en su entorno. Muchas personas destacan el papel de su empresa en la primera respuesta: “nos dio cobijo cuando el riesgo ya se había desatado”, “nos facilitó un hotel para pasar la primera noche”, “la empresa se ha portado muy bien”, y también comentan que “quiero colaborar en limpiar la nave para que todo vuelva a funcionar”. Estos espacios seguros permiten a las personas recuperar el control de sus vidas, retomar rutinas, mantener la economía familiar y recuperar el sentido de autoeficacia.
Sin embargo, las organizaciones también pueden agravar riesgos colaterales, como cuando se exige asistir al trabajo sin que las vías de acceso estén despejadas: “si mi pareja no hubiera ido a trabajar, esto se habría evitado”.
Entender las necesidades psicosociales de los trabajadores puede ser esencial a la hora de desarrollar resiliencia y dignidad en la respuesta a emergencias y desastres
En este sentido, la empresa no debe olvidar su corresponsabilidad en el mantenimiento de la prevención de riesgos laborales colaterales añadidos, siguiendo los principios básicos de la ley en materia de prevención de riesgos laborales: evitar riesgos, evaluarlos, combatir el origen de éstos, adaptarse, dotar de la evolución técnica, sustituir aquellos que puedan suponer riesgos potenciales, planificar medidas e instrucciones específicas en salvaguarda. Todo ello, va a requerir de adaptaciones a la nueva situación; que es y será, distinta a la previa existente a la catástrofe.
Como primer paso, es fundamental asegurar un adecuado triage psicológico de las necesidades según el grado de afectación. Para ello se debe dar accesibilidad segura, desplazamiento y una adecuada organización del entorno de trabajo. Esto aumenta la percepción de control, facilita la identificación de amenazas y recursos, y asegura el acceso a medios necesarios. La respuesta deberá ser dinámica, ya que los recursos y necesidades cambiarán (las necesidades iniciales serán distintas a las de las fases posteriores). Identificar, medir y evaluar durante todo el proceso es clave. El seguimiento permitirá confirmar si se avanza en la dirección correcta o si son necesarios ajustes según las necesidades expresadas.
Poner a la persona en el centro, valorando su capacidad de respuesta individual y colectiva ante riesgos actuales y futuros, y atendiendo sus necesidades fundamentales, es clave. Garantizar seguridad física sin descuidar el apoyo psicosocial y psicológico permite reconstruir desde una perspectiva que respete la dignidad. Este enfoque acompaña la resiliencia y fortalece a la comunidad a través de la cooperación individual y colectiva. Así, sumando esfuerzos, podemos construir un futuro en el que cada persona sienta que su bienestar y dignidad son prioritarios.
REFERENCIAS para «Resiliencia y dignidad en la respuesta a emergencias y desastres»
Información a la población en situaciones de emergencia y riesgo colectivo: https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-05592007000300002
Webinar Claves del apoyo psicológico en situaciones de emergencia (webinar)
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Clara Sevilla Moreno
Psicóloga del HUB 24/7 de Affor Health
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